porque el recuerdo tintineante permanece en mi cabeza.
Tengo que detenerme en ti para volverme loca, porque no busco evitarlo,
quiero enloquecer pensando en ti y en tus manías, en tus pestañas de niña y en la mancha de perfume de tus pantalones favoritos. En tu incómoda y contemplativa naturaleza, en el corazón gigante que cargas a cada paso y que no te cabe y que intentas ocultar con tu reservada y sincera indiferencia, en tus pensamientos silenciosos, en tu risita suave y deliciosa.
Tenía que detenerme un poco en ti para que no te vayas nunca,
para hablarte un poquito, ahora que no estás aquí y no puedes escucharme y así los recuerdos y las palabras puedan asegurarme que aún conozco algo de ti, algo que nadie más sabe, algo que sólo me diste a mí cuando el mundo te pertenecía y yo te imploraba por oxígeno.
Así, me detengo un poco en ti y puedo tocarte sin romperte, sin manchar con mis huellas tus genuinas intenciones, sin corromper lo que sea que yo pueda hacerte sentir y así hacerme cargo sólo de mis sentimientos, sin enredarte, sin consultarte, esperando lo que sea que tú quieras darme.
Me detengo un poco en ti, sin ningún arrepentimiento, revolcándome en la dicha de haberte conocido.